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Fiesta Cristo Rey y Señor del Universo

La festividad de Cristo Rey se celebra el 24 de noviembre es el fin del año liturgico de la Iglesia. La impuso el Papa Pio XI con la encíclica QUAS PRIMAS donde explica en varios puntos la Realeza de Cristo. Este año 2013, además fué el fin del "Año de la fe". En la fiesta pasada, cura de mi parroquia preguntó a los niños de catequesis cómo se imaginan a un rey. La respuestas fueron muchas: "con un trono" o "con una corona" fueron las más repetidas. A esto respondió el sacerdote: "Pues fijaros, hoy celebramos que Jesús es Rey de todo y de todos, y ¿cuál es su imagen?, su corona es de espinas ¿y su trono? la Cruz. Jesús es el Rey de reyes y nos quiere tanto que dió su vida por amor a ti, a ti, a ti, a mi, ¡a todos!"

¿Por qué Cristo es Rey?

  • Porque Él es verdad y reina en las inteligencias de los hombres que necesitamos beber de Él y recibir obedientemente la verdad.
  • Porque en Él la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, y también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobles propósitos. De esta manera Cristo reina en las voluntades de los hombres.
  • Porque Él se hace amar por las almas de manera que jamás nadie (entre todos los nacidos) ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús. Sin duda alguna Cristo reina en los corazones de los hombres.

Todo esto se confirma con los pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento (punto I de la encíclica). Cristo Rey anuncia la Verdad y esa Verdad es la luz que ilumina el camino amoroso que Él ha trazado, con su Vía Crucis, hacia el Reino de Dios. "Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Jesús nos revela su misión reconciliadora de anunciar la verdad ante el engaño del pecado.
"Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tu me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos si están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. ...No te pido que los retires del mundo, sino que los guarde del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad." (Jn 17, 9-11.15-17) 
Ésta es la oración que recita Jesús antes de ser entregado y manifiesta su deseo de que el Padre nos guarde y proteja. Jesucristo no solo es Rey sino también Pastor que nos guía y cuida en nuestro camino.

La posibilidad de alcanzar el Reino de Dios fue establecida por Jesucristo, al dejarnos el Espíritu Santo que nos concede las gracias necesarias para lograr la Santidad y transformar el mundo en el amor. Ésa es la misión que le dejo Jesús a la Iglesia al establecer su Reino.

¿Por qué de la fiesta?

La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará a las naciones que el deber de adorar públicamente y actuar conforme a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes.

A éstos les traerá a la memoria el pensamiento del juicio final, cuando Cristo, no tanto por haber sido arrojado de la gobernación del Estado cuanto también aun por sólo haber sido ignorado o menospreciado, vengará terriblemente todas estas injurias; pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectítud de costumbres. Es, además, maravillosa la fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida cristiana.

A Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad. Esta potestad abraza a toda la naturaleza humana y claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Todos sabemos que Dios se vale de las personas para realizar obras grandes, los sacerzotes son el mejor ejemplo ejemplo: personas de carne y hueso con sus pecados y sus virtudes, que son capaces de perdonar pecados e incluso de convertir el pan y el vino en Cuerpo y Snagre de Jesucristo. De igual manera, cada ser humano, hechos a imagen de Dios, actuamos con las gracias que el Señor nos da. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia, en la voluntad y en el corazón del hombre, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, como "armas de justicia para Dios", debe servir para la interna santificación del alma. Por ello reflexionemos: ¿Qué hago yo para expandir el Reino de Cristo? o incluso ¿reina Cristo en mi vida, en mi corazón? Somos los jóvenes, y no me refiero a la edad, los que tenemos que llevar la luz de cristo a cada rincon de la tierra. ¡Hagámoslo!, no nos conformemos con mediocridades, luchemos contra las injusticias, busquemos este Reino aquí y ahora.

¿Cómo contribuir al Reino de Cristo?

(te paso la clave: oraciondiaria)
Cuanto más cerca estemos de Dios, más llenos de amor estaremos. En la práctica se reduce a el servicio. Ama, date a los demás y tener una buena conexión con Dios. 

Quiero terminar con este comentario de reflexión el evangelio del 24 de diciembre de 2013 donde escribió Zujey-Lalo Ramirez
Celebrar a Cristo Rey nos compromete a vivir conforme a la dignidad que nos otorga en el Bautismo: ser cristianos, hijos de Dios, ciudadanos de su Reino. Entonces podemos preguntarnos: Cristo Rey, el Señor, ¿es mi Rey y Señor? Aquel que es el centro del cosmos y de la historia, ¿es el centro de mi vida? La verdad, el amor y la reconciliación que constituyen la esencia del Reino de Cristo, ¿reinan en mi vida?

No podemos pasar por alto que hoy, como ha sido a lo largo de toda la historia de la Iglesia, el Reino de Cristo es atacado. Es atacado por el asedio del maligno. Es atacado desde dentro, por el pecado y la incoherencia de nosotros cristianos. Y es atacado también por aquellos que hacen del Evangelio y de los discípulos de Jesús blanco de su odio y ensañamiento.

Frente a ello, nuestra mirada debe estar siempre fija en el Señor Jesús que nos alienta a convertirnos cada día más a Él, a vivir el perdón y a hacernos fuertes en la fe y la oración. Así, desde un corazón en el que Reine Jesús, podremos participar en la misión que la Iglesia recibió de su Señor y podremos colaborar para que «Cristo reine en las familias, en las comunidades y en los diversos ámbitos de la sociedad
Samuel 5.1-3
Colosenses 1.12-20
Lucas 23.35-43

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